domingo, 8 de noviembre de 2015

SHEILA LEVINE ESTÁ MUERTA Y VIVE EN NUEVA YORK (GAIL PARENT)



Poco se puede decir de esta novela de Gail Parent que no haya dicho ya Rodrigo Fresán en su prólogo para la edición de Libros del Asteroide, a cuya lucidez y claridad deberíamos aspirar todos los reseñistas que por ahí andamos, aunque se le haya escapado en esta ocasión un “haber” con sujeto: “no habían teléfonos móviles ni redes sociales...” -¡argh!-.
Sheila Levine es, en efecto, la antecesora cínica y divertida de la Bridget Jones del Diario homónimo, de la Carrie Bradshaw de Sexo en Nueva York o, de forma mucho más evidente, de la Hannah que protagoniza las Girls de Lena Dunham y es, además, heredera de las jóvenes que en Lo mejor de la vida de Rona Jaffe dan lo mejor de sí mismas como mecanógrafas mientras tratan de cazar un buen partido. Si me apuran, mutatis mutandis, Sheila Levine está directamente emparentada con cualquier heroína de Jane Austen. Y lo que hay que cambiar, por supuesto, son las convenciones sociales. Debe andar ahora mismo la escritora inglesa revolviéndose en la tumba al pensar que la relacionan por ahí con una joven judía, suicida, capaz de acostarse con un negro simplemente para no ser tildada de racista. Podríamos citar aquí a la remesa de jóvenes de Vassar de El grupo pero las “ahijadas” de Mary McCarthy parecen estar, en su mayoría, por encima de la búsqueda desesperada de un marido.
Este último es precisamente el pathos, la tragedia de Sheila Levine, condenada a permanecer soltera y sin compromiso, o aun peor, emparejada a “agua sucia” Norman, en un tiempo en que todas sus amigas, enemigas y su hermana menor han encontrado marido. El afán de su madre por encontrarle un chico judío, así como la conspiración mundial que hace del mundo un lugar hostil para los solteros -comprar una plaza individual en un cementerio puede ser tan difícil como encontrar un buen apartamento en el Village- deciden a Sheila Levine a suicidarse cuando llega a la trascendental etapa de la treintena y la novela es, en realidad, una más que prolija nota de suicidio.
Hemos hablado hasta ahora de pathos, de tragedia, de suicidio... pero no deben ustedes llevarse a engaño. Pues, como augura su título, la de Sheila Levine es, en realidad, una comedia, no solo por el deus ex machina en forma de madre oracular del final, sino porque Gail Parent nos da carta blanca para reírnos de las desventuras de su singular heroína. Y la judía, regordeta y no demasiado talentosa Sheila Levine es rápida e ingeniosa como ella sola, verdaderamente divertida. Es cierto que, vista en retrospectiva, su necesidad de hallar marido para ser feliz resulta errónea, anticuada y machista pero que su protagonista se equivoque y funcione con valores diferentes a los nuestros no merma la calidad de una novela. O no debería hacerlo. Sheila Levine está muerta y vive en Nueva York es una comedia notable, así que ustedes, ya saben. Lean, lean.

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