sábado, 17 de mayo de 2014

LA HERENCIA VIVA DE LOS CLÁSICOS (MARY BEARD)



Hace poco más de un mes, Rafael Argullol publicó en El País un magnífico artículo en el que, bajo el título de “La cultura enclaustrada”, se lamentaba del ensimismamiento de la Universidad, que, replegada sobre sí misma, ha sacralizado el género del paper super-especializado y ha descuidado u olvidado su labor de liderazgo intelectual y de apertura al público.
Como excepción que confirma la norma podemos contemplar a Mary Beard, excelsa catedrática de Latín del Newnham College de Cambridge, cuyo blog, A Don’s Life, seguimos por aquí desde hace ya unos cuantos años. Lo mismo hay espacio en él para los exámenes de ingreso al college, la pérdida de un pasaporte, el funcionamiento de una cafetera o la última exposición sobre Pompeya. Y es que Mary Beard pertenece al gremio de los tuttologos, pero lejos de ser una sabelotodo pedante y elitista, demuestra en cada entrada que la erudición y el rigor no están reñidos con la diversión y la accesibilidad.
El mismo espíritu alienta cada uno de los capítulos de La herencia viva de los clásicos (Crítica, 2013), recopilación de reseñas críticas que la autora ha publicado en distintos medios durante los últimos años. Por eso, no es de extrañar que decida cerrar el volumen con una justificación en la que, como un hermoso símil, comparece la historia del desciframiento de las tablillas micénicas por el arquitecto y piloto de la Royal Air Force Michael Ventris. Y es que de la misma manera que Mary Beard decide hablar de Esquilo, Tucídides, Cicerón, Calígula, Pompeya o Astérix con tanta profundidad y sabiduría como gracia y salero, es decir, para todos los que quieran leerla, Ventris consideró que el mejor lugar para anunciar que el Lineal B codificaba una forma arcaica de griego era la radio, la BBC para más señas, en una tarde ya muy lejana de 1952; no un abstruso paper, sino la radio pública.
No sé a ustedes, pero a mí me cuesta imaginar a nuestra RNE, o cadena patria, como irónicamente se refiere a ella mi abuela, reservando espacio en un boletín informativo para una noticia así hoy en día. Por suerte, la editorial Crítica ha tenido el acierto de concederle un megáfono a Mary Beard, aunque la traducción, hay que decirlo, no siempre es la mejor de las posibles. Y por fortuna, quedan aún académicos como Mary Beard, que han entendido que flaco favor se hace a sí misma la Universidad encerrándose en su ya célebre torre de marfil. Así que ustedes aprovechen y lean, lean a Mary Beard.


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