domingo, 6 de octubre de 2013

EL LIBRO DE LOS PEQUEÑOS MILAGROS (JUAN JACINTO MUÑOZ RENGEL)



Por más que la distinción entre fondo y forma resulte de lo más práctico en el ámbito escolar -¿quién no ha hecho un comentario de texto intentando responder a las cuestiones “¿qué dice?” y “¿cómo lo dice?”- quien desde aquí les habla lleva ya unos años convencida, desde que leyó Contra la interpretación de Susan Sontag, para más señas, de que tal distinción no es del todo real. Según lo veo yo, no solo el estilo sino también el formato, el continente, condicionan la recepción y la interpretación de lo leído. No en vano, no son pocas las veces que he visto cómo una anotación marginal, una mala puntuación o la falta de una cursiva han generado interpretaciones fallidas sobre el contenido de este o aquel manuscrito medieval.
Viene esto a propósito de la preciosa e impecable edición que Páginas de Espuma ha hecho de El libro de los pequeños milagros de Juan Jacinto Muñoz Rengel, con guardas volantes de color verde, a juego con la portada y un par de ilustraciones del interior; con un índice de lo más prolijo que juega a ser analítico y a presentar el volumen como un texto de consulta; y con un título y un subtítulo de lo más descriptivos, plasmados en forma de triángulo invertido que, al margen de la ligereza de este librito, vienen claramente inspirados por los de aquellos magníficos volúmenes in folio y encuadernados en piel presentes en las bibliotecas más venerables de los sabios más reputados. 
¡Forma, forma, forma...! protestarán Vds. ¿Y el contenido qué? Y yo les digo que la forma, amigos míos, encaja a la perfección con esta colección de piezas presentadas con acierto como bestiario y colección de prodigios, que trascienden las pocas líneas en que están narrados y enfrentan al lector con un mundo de realidades subvertidas donde tienen cabida la metaficción, una insuperable y minimalista historia de la escritura, el terror, las más irresolubles paradojas, la gran falacia del antropocentrismo, la sátira teológica, la nostalgia y, no es sorprendente en el autor de la descacharrante El asesino hipocondríaco, la ironía y el humor.
Es cierto que, como es habitual en colecciones tan heterogéneas, algunas piezas no están a la altura del resto -“Razones” resulta de lo más simplón y “Love doll” parece demasiado inspirada por un chiste leído en Huérfanos de Brooklyn de Jonathan Lethem- pero El libro de los pequeños milagros es una obra singular y original que, salvando las distancias, hace justicia en espíritu y ejecución a los Vonnegut o Perucho que la inspiran. Ahí es nada.

Lean, lean...


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