sábado, 21 de septiembre de 2013

CORAL GLYNN (PETER CAMERON)



Una lee la sinopsis de la peripecia de Coral Glynn, cuya enfermera epónima llega a un caserón inglés habitado por un militar convaleciente de la II Guerra Mundial y por su moribunda madre, y cree hallarse ante una revisión contemporánea de la Jane Eyre de Charlotte Brönte. En efecto, tiene esta novela su Coral-Jane y su Clement-Rochester y tiene también, por supuesto, su respectiva ración de acólitos más o menos inquietantes (Grace Pool-Sra. Prence) y de fantasmas presentes y pasados. 

Sin embargo, si en la inmortal novela del XIX los dos protagonistas se nos muestran claramente atormentados, prontos a estallar en arrebatos sentimentales de esos tan caros a las Brönte, todo es contención y reserva en Coral Glynn, hasta el punto, de hecho, que una olvida que Peter Cameron es estadounidense y cree estar leyendo a un heredero de Forster. Si Coral y Clement se muestran tan tibios y prudentes, tan reservados, ello se debe, sin duda, piensa una de inicio, a la idiosincracia inglesa y a una arraigada moral victoriana. Es por ello por lo que la sorpresa es mayúscula y las cejas se alzan cuando, al derrumbarse las barreras y revelarse los secretos, se destapan aquí abusos y embarazos, allí amores imposibles sofocados por la convención. Eso sí, el tempo narrativo y los golpes de efecto son manejados por Cameron con gran habilidad y en ningún momento tiene el lector la sensación de exceso de melodrama ni de falta de verosimilitud y una hasta acoge con divertida naturalidad el sorprendente final de esta estupenda historia.

Así que ya saben, lean, lean.


domingo, 8 de septiembre de 2013

MUJER DE BARRO (JOYCE CAROL OATES) Vs LA TRAMA NUPCIAL (JEFFREY EUGENIDES)



Es septiembre tiempo de nuevos comienzos, al menos en lo que a lo académico se refiere, y a quien desde aquí les escribe siempre le ha gustado reservarse para estas fechas alguna que otra lectura adecuada a tal efecto. Vengo, pues, hoy por aquí para dejarles una advertencia y una recomendación. Trata la primera sobre la un tanto zafia Mujer de barro de Joyce Carol Oates, sobre la que ya pueden leer en el corriente número de Qué Leer.


Se ocupa, a su vez, la segunda de la estupenda La trama nupcial de Jeffrey Eugenides, en la que se plasman con gran acierto las idas y venidas de un triángulo amoroso en el preciso momento de su graduación e inminente salida al mundo en los hostiles EEUU de finales de los ’70 y primeros ’80. Son sus vértices Madeleine, devota de la novela clásica del siglo XIX en un tiempo en que el estructuralismo, Barthes y Derrida hacen su agosto y en que apenas hay espacio para la crítica más tradicional; el anacrónico Michel Grammaticus, de intensa espiritualidad y privilegiado intelecto; y el carismático, atractivo y talentoso científico Leonard Bankhead, cuyos atractivos son la cara amable de una terrible manía, en su sentido más estricto. Y mientras leemos con interés sobre las evoluciones de este singular triángulo, Eugenides va trazando su particular interpretación de una trama nupcial a la manera austeniana, aunque el desenlace, cómo no, sea más acorde con el Zeitgeist. Que Vds. la disfruten.

domingo, 1 de septiembre de 2013

FUERA DEL CASCARÓN (DAVID LODGE)



Hay dos clases de personas en el mundo, las que se angustian ante el desafío logístico que supone un viaje al extranjero y las que no. Quien desde aquí les habla tiene, lo reconozco, un punto controlador y obsesivo, así que... sí, pertenezco al primer grupo. Siento, pues, inmediata simpatía por aquellos personajes de papel que, en mayor o menor medida, comparten mis desvelos; sobre todo, porque lo hacen en un ámbito donde no suele concedérseles espacio a cuestiones tan mundanas como dónde y cuándo orinar, por ejemplo, o si habrá tiempo de comprar una empanada antes de que el tren se ponga en marcha. No es de extrañar, pues, que Mary McCarthy me ganara bien pronto para la causa de aquel entrañable y bisoño Peter Levi que en Pájaros de América se angustiaba hasta el desmayo por el destino de su motocicleta a su llegada a Le Havre, ni que David Lodge me haya ganado para la del inglesito Timothy Young, que a la temprana edad de dieciséis años aceptó la invitación de su hermana Kate para ir a visitarla a la Heidelberg de posguerra. Se ambienta Fuera del cascarón en la Europa de los primeros ‘50 y, además del entendible miedo que pudiera provocar en un joven inocente pasar sus vacaciones de verano en terreno hostil solo hace unos años, la logística del viaje es responsable de no pocos de sus desvelos. De hecho, ocupa en su integridad la segunda parte de la novela, aquella que mayor cabida ofrece al humor. Y es que, no nos engañemos, por más que suframos al advertir que nos hemos colado por error en primera clase o que vamos a pasar toda la noche en pie en el tren, estos son los ingredientes de los que se componen nuestras más divertidas anécdotas una vez que hemos vuelto a la seguridad del hogar. 


Hay lugar para el humor en esta historia, sí, pero no ha de esperar el lector diversión en la línea de las célebres novelas de campus Intercambios, El mundo es un pañuelo o ¡Buen trabajo!, del mismo autor, que nadie del mundo académico debería perderse. Es esta una novela más reflexiva, a mitad de camino entre la Bildungsroman y la de choque de culturas tan cara a Henry James, como el propio autor -Lodge, no James- reconoce en el, cómo no, lúcido epílogo de la novela. No en vano, el propio protagonista, Timothy, admite en un momento dado de la historia haber asumido el típico rol de inglés -cortés, educado, tibio- para divertir a los expansivos, avasalladores y sofisticados amigos americanos de su hermana. Y aunque una no se ría a mandíbula batiente como lo hizo con la sátira estructuralista que es El mundo es un pañuelo, disfruta del viaje físico y emocional de Timothy como si fuera propio, aprende con él que la visión romántica, simplista e infantil que la ficción ha transmitido de la guerra es, como mínimo, inexacta, y comprende, en fin, la necesidad de someterse a los riesgos que entraña el viaje para tener la oportunidad de volver a casa más sabio.

No se la pierdan y lean, lean. Lean a David Lodge.