domingo, 10 de marzo de 2013

HISTORIAS DE TERRAMAR (URSULA K. LE GUIN)



A estas alturas de la partida -o de curso, más bien- empieza a parecer imposible lograr cualquier tipo de continuidad en esta esquina y poder empezar un post cualquiera sin disculparme. El caso es..., ya estoy otra vez, que sigo leyendo. Simplemente no tengo tiempo para contárselo. He pasado las últimas dos semanas, de hecho, devorando la magnífica Una reina en el estrado de Hilary Mantel, secuela de En la corte del lobo, sobre la que podrán leer en el número del inminente mes de abril de Qué Leer. Por cierto que ya está disponible en la web de esta revista el artículo que una servidora firmó sobre Una vacante imprevista de J. K. Rowling, que, si no recuerdo mal, no les había traído aún. Aquí les dejo el enlace junto con la recomendación de que se dediquen a Mantel, antes que a Rowling, si les da por las damas inglesas.

Centrémonos, sin embargo, en otra dama de las letras inglesas, americana en este caso, a la que llego, por desgracia, demasiado tarde: Ursula K. Le Guin y las dos primeras entregas de sus Historias de Terramar (Un mago de Terramar y Las Tumbas de Atuan). Demasiado tarde, sí, porque uno debería penetrar en su mundo acuático, misterioso y místico de hechiceros, sacerdotisas, dragones y lenguas primigenias cuando aún no ha perdido del todo la inocencia como lector y es capaz de seguir adelante en la trama dejando a un lado las taras de su narrativa. Por ejemplo, su esquematismo. No me malinterpreten. Saben Vds. de sobra que soy acérrima defensora de la sencillez y recordarán probablemente lo que opiné en su momento de la plomiza y más que cargante El nombre del viento de Patrick Rothfuss


Sin embargo, Un mago de Terramar y, sobre todo, Las Tumbas de Atuan habrían necesitado un desarrollo mayor. Resultan planas y se resuelven de manera apresurada. Es más, Las Tumbas de Atuan resuelve el conflicto casi al mismo tiempo que lo plantea, en el último tercio de la novela, coincidiendo con la aparición de Ged, un viejo conocido. Hasta entonces lo único que se nos presenta son páginas y páginas de ritos y ceremonias y, lo que es peor, de oscura geografía laberíntica: dos recodos a la izquierda, primera bifurcación a la derecha...  que esta lectora reconoce haber leído por compromiso y sin prestar demasiada atención. 

La entrega inaugural, sin embargo, goza de todos los ingredientes para ser objeto de una lectura ágil -y no demasiado crítica-, una lectura adolescente, vaya. Así que yo se lo recomendaré a mis benjamines letraheridos, fanáticos todos ellos de Laura Memorias de Idhun Gallego y de George R. Juego de Tronos Martin. Puede, incluso, que deje mi ejemplar de Historias de Terramar en algún rincón del valle como parte de nuestro Bookcrossing particular. A ver si hay suerte y se hace con él alguien más joven. A mí me ha llegado demasiado tarde.

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