lunes, 23 de agosto de 2010

HOMER Y LANGLEY (E. L. DOCTOROW)

No descubro nada nuevo cuando digo que E. L. Doctorow es uno de los más talentosos y osados autores de novela histórica de nuestros días. Lean El libro de Daniel, La gran marcha o esta Homer y Langley, por ejemplo, si quieren comprobar su genio por sí mismos. En cuanto a su osadía, frente a la práctica de la gran mayoría de autores de novela histórica, que se centran en las idas y venidas de personajes ficticios a los que arrojan a la vorágine de acontecimientos realmente acaecidos, Doctorow, como Gore Vidal, toma al toro por los cuernos y se lanza con sus propias armas al lugar adonde previamente habían ido tan sólo los libros de historia. Si en El libro de Daniel reconstruía la vida de Julius y Ethel Rosenberg, en esta Homer y Langley Doctorow se da a la recreación de la vida de los dos hermanos con Síndrome de Diógenes -o no- hallados muertos en su mansión de la Quinta Avenida entre pilas de periódicos, máquinas de escribir, chatarra de diverso signo e incluso ¡un coche!

En estos últimos meses y con ocasión de la aparición de esta novela, se ha publicado en la prensa algún que otro reportaje sobre estos dos singulares personajes, pero la obra de Doctorow va mucho más allá de la mera crónica. Como él mismo afirma en el texto sabiamente seleccionado para la contraportada de esta edición de Miscelánea, “como mitos que son, los hermanos Collyer requerían no que se investigara sobre ellos sino que se les interpretara”. Y en su exégesis huye del tópico y de la mera anécdota y nos regala a dos seres de carne y hueso, a un tiempo frágiles y resistentes, con sus talentos y sus obsesiones, sus ambiciones y sus miedos. No recompone a dos personajes históricos sino que crea a dos hombres tan reales como aquellos o aun más. Así que si yo fuera Vds., leería. Y tanto que sí.


miércoles, 18 de agosto de 2010

OTRA DE COSAS BIEN DICHAS

He pasado esta última semana leyendo por encargo The anthologist de Nicholson Baker. Y encantada de ello, por cierto, por motivos que averiguarán en el Qué Leer del, por desgracia, cada vez más próximo mes de octubre. Entretanto, aprovecho para saludarles y dejarles por aquí una sabrosa y abundante ración de cosas bien dichas. Que Vds. las disfruten:

“Poe said that there was a raven tapping at his chamber door. Was there? We don’t care. Why don’t we care? I don’t know. I don’t have an answer for you today on that important question.”

The anthologist

Nicholson Baker

“At some point you have to set aside snobbery and what you think is culture and recognize that any random episode of Friends is probably better, more uplifting for the human spirit, than ninety-nine per cent of of the poetry or drama or fiction or history ever published. Think of that. Of course yes Tolstoy and of course yes Keats and blah blah and yes indeed of course yes. But we’re living in an age that has a tremendous richness of invention. And some of the most inventive people get no recognition at all. They get tons of money but no recognition as artists. Which is probably much healthier for them and better for their art.”

(ibidem)

“Dryden is one of those poets who wrote many thousand of lines of poetry and left very little of himself behind. His biographers have a hard time figuring out what he was up to in any given year. He lived through revolution, restoration, plague and fire, and all we have is his published writing and a few letter to go on. But it’s enough.”

(ibidem)

“She [Elizabeth Bishop] wrote May Swenson: ‘I think one of the worst things I know about modern education is this Creative Writing business’.”

(ibidem)

“In fact the letter may be better than any poem she wrote, though she wrote some good ones. But we wouldn’t be interested in reading the letters unless she’d written the poems. So once again, it’s terribly confusing. You need the art in order to love the life.”

(ibidem)


miércoles, 11 de agosto de 2010

AMÉRICA, AMÉRICA (ETHAN CANIN)

“Me tomaba mis tareas muy en serio, porque había sido educado no sólo en el credo del trabajo duro, sino con la conciencia casi religiosa de que únicamente la disciplina y la diligencia obtienen recompensa.”

América, América

Ethan Canin

Son muchas las novelas de formación o Bildungsromans que en la Historia de la Literatura son y han sido. Algunas de ellas, como La montaña mágica de Thomas Mann, Pájaros de América de Mary McCarthy o Matar a un ruiseñor de Harper Lee, las menciono por aquí muy a menudo, pues, como Vds. saben bien, me gusta especialmente este subgénero. Todavía el otro día señalaba que como tal, como novela de formación, puede leerse “la parte de Archimboldi” de 2666 de Bolaño. Da la impresión de que los literatos de las barras y estrellas a los que tanto admiro se han especializado además en un tipo más preciso aún de Bildungsroman, el que describe el ascenso del self made man, del hombre hecho a sí mismo a base de tesón y disciplina, muy en la línea del sueño americano.

En este último grupo encaja la segunda novela de formación escrita por Ethan Canin, América, América. La primera fue la más que notable De reyes y planetas, publicada también por Salamandra hace ya unos cuantos años. Como entonces, Canin vuelve a explorar los peligros de la seducción que sobre un joven inocente ejerce el poder, el dinero, la cultura... un camino que ya exploró tiempo atrás Evelyn Waugh con el Charles Ryder de su Retorno a Brideshead, otra de las cimas del subgénero que hoy nos ocupa. Pero donde Ryder no acaba de resultarnos del todo fiable y se nos antoja, ¿cómo decirlo?, un tanto resbaladizo, quizá merced a la gloriosa interpretación que de él hizo Jeremy Irons en los ’80, Corey Sifter no tiene doblez, es un chaval noble y sano que, sabemos desde un principio, terminará por salir indemne de las corruptelas de índole político y sexual en las que se ve envuelto en la finca de los Metarey durante la era Nixon. Sabrá más, es cierto, pero este conocimiento no le dolerá demasiado. Y ello resulta en parte, creo, de su origen. Y hablo aquí de geografía, no de extracción social. Charles Ryder era inglés, europeo. Corey Sifter es americano y tiene a su favor la inocencia de un país que aún no ha oído hablar de Woodward, Bernstein y el Watergate.

América, América es, ciertamente, una novela americana por todos sus costados; desde su mismo y perfecto título hasta su demasiado exhaustivo final, pasando, por supuesto, por la épica de su nudo. Y es además una novela ágil y poderosa que, como ya habrán adivinado, voy a recomendarles. Así que lean, lean.