martes, 24 de junio de 2008

TODAVÍA NO ME QUIERES (JONATHAN LETHEM)

“No se puede ser profundo sin superficie”
Todavía no me quieres

Jonathan Lethem

Uno de los títulos de mi fondo particular de películas es Almost famous (Cameron Crowe), en la que el trasunto del cineasta, un jovencísimo y precoz William, recorre la América de los ’70 y despierta a la vida de la mano de Stillwater, una pujante banda de rock cuyos engranajes revelan no estar tan ajustados como podría parecer en un principio: envidias, infidelidades, traiciones, desmedidas ansias de grandeza, falta de profesionalidad... están a la orden del día. Como en toda banda que se precie, vaya.

De las interioridades de un grupo trata también Todavía no me quieres, la última novela de Jonathan Lethem, autor de la genuina y clásica Huérfanos de Brooklyn, de la magnífica La Fortaleza de la soledad, de la desconcertante Cuando Alice se subió a la mesa y la sórdida y distópica Paisaje con muchacha. En este caso, sin embargo, no estamos ante un grupo en alza, sino ante una banda de LA, indie y decadente, cuyo genio creativo es un joven tímido y retraído incapaz de valerse por sí mismo, cuyo vocalista es un veterinario en guerra con el zoo por causa de una hembra de canguro deprimida, cuya batería trabaja en una tienda de artículos pornográficos y cuya bajista, Lucinda –la protagonista de la novela- paga las facturas atendiendo las llamadas de queja de todo quisque en una galería de arte conceptual regentada por su ex-novio. No parecen estos los mejores ingredientes para componer la receta del éxito. Por no tener, el grupo de Bedwin, Matthew, Lucinda y Denise no tiene ni repertorio definido ni nombre propio.

Pero un día “el hombre de las quejas” entra en la vida de Lucinda y proporciona sin saberlo el germen de lo que promete ser un éxito musical: “Ojos monstruosos”. El momento de nuestra banda ha llegado. O eso parece, pero no todo el mundo sabe estar a la altura de las oportunidades que se le ofrecen y el ya de por sí frágil equilibrio de los componentes de la banda se tambalea por momentos ante las promesas de de dejar a un lado el diletantismo de aficionado, de firmar contratos, de ser entrevistados por viejas glorias radiofónicas... de alcanzar el éxito y, en fin, dar sentido a sus vidas.

Todavía no me quieres es una novela honesta, ágil y sencilla, muy distinta al resto de la obra de Lethem, a la que hay que reconocer que ofrece todo lo que promete: diversión desenfadada e intrascendente. Cierto es que no alcanza ni de lejos la altura de sus predecesoras. Seguro que tampoco lo pretende y, como repite “el hombre de las quejas”,

“no se puede ser profundo sin superficie”.



viernes, 20 de junio de 2008

LA BENDICIÓN (NANCY MITFORD): MÁS DE LO MISMO... O NO

“Si los hombres han nacido con dos ojos, dos orejas y una sola lengua es porque se debe escuchar y mirar dos veces antes de hablar.”

Madame de Sévigné

(citado al final de la edición de La bendición de Nancy Mitford de Libros del Asteroide)

La Nancy Mitford de A la caza del amor y Amor en clima frío se reveló para los lectores españoles hace poco más un año como una cronista irónica, ácida pero amable, de un mundo en franco retroceso, el de la más rancia nobleza en el período de entreguerras. Había lugar en las vidas de los Radlett y los Montdore para regias cacerías, opíparos banquetes, matrimonios de conveniencia y demás convenciones de clase... pero también para sorprendentes idilios poco afortunados, huidas con partisanos, imposibles regímenes alimenticios y un sinfín de ingredientes más que convertían estas novelas en un magnífico y, ante todo, divertidísimo retrato de una nobleza en decadencia.

La bendición repite clase social, tono y peripecia. El protagonismo recae, no obstante, en el choque de culturas (la sofisticada Galia versus la provinciana Albión) en los devaneos amorosos y adúlteros de Charles-Edouard y en las consecuencias que estos acarrean a su esposa Grace y a su ¿bendito? hijo Sigismund. Es Sigi un niño peculiar, más que perspicaz, que muy pronto comprende que la satisfacción de sus más inmediatos y egoístas caprichos no pasa precisamente por la reconciliación de sus padres, sino por la pugna entre sus respectivos pretendientes (las dos de él y los dos de ella) por ganarse los favores del pequeño, llave del corazón de sus progenitores.

Lo que sigue es una comedia de enredo, banal y frívola, con momentos amables y divertidos y otros de sátira corrosiva. Como sus predecesoras, vaya... pero mucho menos sofisticada, pues con la honrosísima excepción de Sigi, está habitada por unos personajes planos carentes del carisma de una Linda Radlett, de un tío Davey, de una Lady Montdore o de “la desbocada”, por ejemplo. Así que La bendición es más de lo mismo... o no; según se mire.

sábado, 14 de junio de 2008

XANADÚ

Como la mayoría de Vds. saben ya, ayer fue el día de la lectura y defensa de mi tesis doctoral. Pese a los nervios, inseguridades y, cómo no, inoportunas faringitis de los últimos días –fiebre, tos y ronquera se enfrentaron conmigo al tribunal- todo fue perfectamente y a día de hoy puedo dar por felizmente culminada otra etapa. Como recuerdo del día y porque la anécdota con la que ayer comencé y cerré mi intervención es una de las más célebres del anecdotario literario anglosajón, por aquí se la dejo. ¡Qué sería de la oratoria sin la Ringkomposition!

Cierto día estival de 1797 un debilitado y enfermo Samuel Taylor Coleridge cayó profundamente dormido como consecuencia de los gránulos de opio que le habían recetado contra el dolor, mientras leía un pasaje del capítulo XI del libro IV de la Peregrinación (Londres, 1613) de Samuel Purchas (1575?-1626). En este pasaje se describía el palacio que Kublai Kan había hecho construir en Xanadú, rodeado de deliciosos jardines provistos de abundantes y encantadores arroyos y fuentes. En el transcurso de su muy profundo sueño se le presentaron al poeta las más vívidas imágenes del maravilloso locus amoenus descrito por Purchas, acompañadas además por su correspondiente expresión en verso. Coleridge se despertó unas horas después con la urgencia de trasladar al papel los no menos de doscientos o trescientos versos que con tanta facilidad había compuesto en sueños. Sin embargo, apenas había escrito los diez primeros cuando fue interrumpido por un visitante que lo entretuvo cerca de una hora y, al regresar a su escritorio, comprobó con sorpresa y pesar que, aunque retenía aún una vaga idea del tono y el contenido de la visión, todo lo demás se había desvanecido.

[...]

Robertson Davies le hizo decir a uno de sus personajes [la María Theotoky de Ángeles rebeldes] que la diversión es la mejor justificación del estudio; no la única, sino la mejor. Todavía no sé qué opinión le merece esta tesis al tribunal que la ha de juzgar, pero como le ocurriera a Coleridge con su inútil poema soñado a mí me parece un recuerdo escaso de todo lo que me he divertido.



domingo, 8 de junio de 2008

OUR GANG (PHILIP ROTH) O LA IRREVERENCIA DE LOS GRANDES

Mr. Fascinated: Mr. President, I am fascinated by the technological aspect. Can you give us just an inkling of how exactly the unborn will go about casting their ballots? I’am particularly fascinated by these embryos on the placenta, who haven’t even developed nervous systems yet, let alone limbs such as we use in an ordinary voting machine.

Tricky: Well, first off, let me remind you that nothing in our Constitution denies a man the right to vote just because he is physically handicapped. That isn’t the kind of country we have here. We have many wonderful handicapped people in this country, but of course, they’re not “news” the way the demonstrators are.

Our Gang

Philip Roth

Dos son las cualidades que hacen grandes a los más grandes literatos que en el mundo están o han sido: 1) una aguda perspicacia para la percepción y definición del entorno que nos rodea, para hacer obvio lo que a los demás nos pasa inadvertido hasta que lo descubrimos en sus páginas con el placer de la anagnórisis, del reconocimiento, en suma –y cómo no-, de la identificación; 2) el desafío-a y la ruptura-con las convenciones más firmemente asentadas, que los simples lectores mortales tendemos a dar por buenas sin ni siquiera cuestionar su validez.

Mucho de lo primero hay en la Eneida de Virgilio, en Tácito, en El Lazarillo de Tormes, en El Conde de Montecristo de Dumas, en El árbol de la ciencia de Baroja, en la mágica montaña de Thomas Mann, los Glass y el Holden Caulfield de Salinger, el Frank Bascombe de Richard Ford, por ejemplo. Por otro tanto de lo segundo brillan las tragedias de Sófocles, las comedias de Aristófanes, el universal Quijote, Moby Dick de Melville, y muchos otros... entre los que se cuenta, por supuesto, el padre del irredento Zuckermann, Philip Roth, genial y, ante todo, irreverente.

Roth no se detiene ni censura su pluma ante pilares como la religión, la familia, la escritura... o el béisbol, como bien demuestran obras como Operación Shylock, La contravida, Sale el espectro, o –según tengo entendido- The Great American Novel. No iba a ser diferente con la política. La víctima protagonista de Our Gang es Trick E. Dixon, “Tricky”, -aka Richard Nixon caricaturizado ad absurdum-, cuáquero hasta decir basta, fanático del fútbol americano, abogado ¿de formación? y, ante todo, defensor a ultranza de la santidad de la vida humana. De la que aún se halla en formación en los vientres de las madres wasp, claro está, pues para el grotesco protagonista no gozan del mismo predicamento las vidas perdidas en My Lai, o las de los boy scouts que se manifiestan en Washington y se enfrentan a los cuerpos de élite americanos armados –los scouts, claro está- con peligrosísimas navajas multiusos, o las de los habitantes de Copenhague, borrada del mapa gracias a una bomba nuclear que buscaba curar a los daneses de su gusto por la pornografía (pues, como dijo Shakespeare, Something is rotten in the State of Denmark...). A lo largo de esta despiadada, ácida, corrosiva, y, sobre todo al principio, divertidísima sátira, son muchas las situaciones delirantes y ocasionalmente un tanto burdas que se yuxtaponen, inspiradas todas ellas, eso sí, por el discurso que el verdadero Nixon pronunció contra el aborto y en favor de los derechos de los aún-no-nacidos el 3 de abril de 1971.

Con todo, no es “Tricky” Dixon la única víctima del irreverente Roth, que tiene también buenos golpes que dedicar a John F. y Bobby “Charisma” –aka Kennedy, por supuesto-, a “Lying” B. Johnson, a la prensa escrita, a locutores televisivos y tertulianos varios y sus abusos lingüísticos y manipuladores. A todo el que se le ponga por delante, vaya. Al fin y al cabo, no es propio de los grandes dejar el trabajo a medio hacer.